domingo, 22 de agosto de 2010

De los sueños que se esconden bajo sus piedras


Tú que eres un hombre eres igual que una piedra, o que el agua, que las nubes y los gusanos. Sigues las leyes de todas las cosas, te guías por instintos y necesidades. Tus deseos, tus sueños te conducen. Te piensas que baremas, sopesas, razonas, decides, pero te equivocas. La razón no existe, la razón es un disfraz que te hace creer que tienes voluntad, que eres dueño de ti mismo, cuando los sueños te arrastran como el agua a los peces.
Pero nunca tendrás nada. Porque sueñas con vestidos de novia, pasteles y nietos, pero también sueñas con el amor y la angustia, los labios violentos, los cuerpos apretados, los trenes que se alejan y las manos que tiemblan por volverlo a ver.
Y sueñas con amueblar tu casa, quedarte en algún sitio, ser de alguna parte, pero también con oler las flores de la selva, el jazmín de la india, o el fuego de los campamentos de algún lugar de África.
Y sueñas con abrazos y también con guerras y peleas y patadas. Y sueñas con dejarte llevar pero también con luchar contra corriente. Con ser parecido a los demás y con ser especial, único, distinto. Con vivir y beber y pasar el tiempo sin pensar demasiado, pero también sueñas con retorcer, descubrir y cavilar. Y tienes tantos sueños y tan diferentes y que tanto te arrastran hacia tantos sitios que es por eso que nunca podrás tener nada.